En los entornos CAD, como progeCAD, la gestión adecuada de los estilos de texto es fundamental para garantizar la claridad de la documentación gráfica. Aunque muchos usuarios trabajan con estilos sin prestarles demasiada atención, su correcta configuración puede marcar la diferencia entre un plano ordenado y profesional, y uno caótico e ineficiente. Este artículo se enfoca en los errores más comunes que se cometen al gestionar estilos de texto, así como en un flujo de trabajo profesional que ayuda a prevenirlos y a mantener la documentación limpia y coherente durante todas las fases del proyecto.
Un estilo de texto en progeCAD no es solo una combinación de fuente y altura; también controla otros aspectos como la oblicuidad, la proporción entre ancho y alto de los caracteres, o si el texto se comporta de manera anotativa. Por tanto, entender cómo actúan estos parámetros y cómo se combinan en distintos entornos de trabajo es clave para evitar conflictos, mejorar la legibilidad y facilitar la impresión a escala.
Errores comunes y soluciones prácticas
Uno de los errores más graves, y al mismo tiempo más frecuentes, es la modificación del estilo de texto “Standard”. Al ser el estilo predeterminado, cualquier cambio aplicado sobre él se refleja automáticamente en todos los textos asociados, lo que puede desordenar de forma masiva un plano completo. La solución más segura es crear un estilo base inmutable desde el inicio, al que se pueda recurrir como referencia segura, y no volver a utilizar el estilo “Standard” nunca más.
Otro error habitual se produce al importar archivos externos sin revisar los estilos que contienen. Es común que estos archivos vengan contaminados con estilos duplicados, desfasados o innecesarios, lo que satura la lista de estilos del proyecto. Implementar un protocolo de revisión y limpieza tras cada importación, utilizando herramientas como PURGE o comandos personalizados, ayuda a evitar esta sobrecarga.
También es frecuente caer en lo que podríamos llamar “esquizofrenia tipográfica”, que ocurre cuando se utilizan demasiados estilos diferentes sin una lógica aparente. Esta dispersión tipográfica genera confusión, entorpece la edición y resta calidad al resultado final. Un límite razonable es utilizar un máximo de tres estilos por proyecto: uno para títulos, otro para cotas y anotaciones, y un tercero para usos especiales o símbolos.
Otro problema importante son las llamadas “escalas Frankenstein”, cuando las alturas de texto no están ajustadas a las escalas de impresión, lo que provoca textos ilegibles o desproporcionados. La mejor práctica en estos casos es trabajar con una tabla de equivalencias que relacione altura en dibujo con tamaño en papel, asegurando la coherencia al escalar.
Por último, abusar de parámetros visuales como la oblicuidad o el escalado horizontal excesivo puede generar textos deformes y difíciles de leer. Establecer normas internas que limiten estos valores, como una oblicuidad máxima de 15° o una proporción ancho/alto inferior a 1.2, ayuda a preservar la legibilidad en todo el conjunto gráfico.
Flujo de trabajo profesional
Un flujo de trabajo profesional comienza con una plantilla de proyecto limpia, que contenga los estilos predefinidos y ajustados a las necesidades del equipo. Esta plantilla debe incluir un estilo base, estilos para cotas y títulos, y estar acompañada de una rutina inicial que cargue automáticamente los estilos necesarios mediante comandos programados o scripts LISP. Así se garantiza que, desde el primer dibujo, se trabaja con parámetros estables y controlados.
El siguiente paso es establecer un protocolo anti-herencias. Esto implica revisar todos los archivos externos antes de integrarlos, auditar los estilos activos y eliminar aquellos que no se ajusten al estándar del proyecto. Esta revisión puede automatizarse con pequeños scripts que generen listados de estilos, permitiendo detectar rápidamente estilos intrusos.
Una organización efectiva también requiere combinar estilos de texto con capas específicas. Por ejemplo, usar capas como A-TXT-TIT, A-TXT-COT o A-TXT-NOT permite aplicar filtros y restricciones en función del tipo de información. Esta clasificación facilita tanto la edición como la impresión, y reduce las probabilidades de errores en el layout.
Además, incorporar campos dinámicos en los bloques de título —como fecha, nombre del archivo o escala— mejora la automatización y asegura que la información que aparece en los planos se mantiene siempre actualizada. Los campos se regeneran automáticamente con cada guardado o regeneración del dibujo, lo que elimina tareas repetitivas y reduce el margen de error.
Métodos eficaces de limpieza
Una vez iniciado el proyecto, es necesario realizar limpiezas periódicas para evitar que los estilos se multipliquen o desordenen. El primer paso es utilizar el comando PURGE de forma inteligente, seleccionando únicamente los estilos no usados y evitando eliminar estilos base por error. Esta limpieza debe realizarse de forma rutinaria al final de cada jornada de trabajo o antes de una entrega.
Otra técnica útil es el reemplazo masivo. Cuando se detectan textos dispersos con estilos incorrectos, puede emplearse un comando LISP o una rutina de edición por propiedades para reasignarlos todos a un estilo estándar. Esta operación simplifica la estructura del archivo y evita inconsistencias visuales.
Finalmente, una auditoría visual ayuda a detectar errores que se escapan al control automático. Dedicando un layout exclusivamente a mostrar una muestra de cada estilo, con anotaciones de altura, tipo de fuente y capa, es posible validar visualmente la coherencia del conjunto antes de exportar planos definitivos o generar PDFs. Este control se puede enriquecer con referencias visuales o enlaces a la guía interna del estudio.
Consejos clave para el orden tipográfico
Existen algunas reglas de oro que todo estudio debería seguir para mantener el orden en la gestión de estilos. La primera es la regla del 3×3: utilizar un máximo de tres estilos distintos, y limitar las alturas a tres valores coherentes con las escalas habituales (por ejemplo, 2.5 mm, 3.5 mm y 5 mm en papel).
El segundo consejo es establecer un protocolo de importación que incluya convertir todos los textos de archivos externos a un estilo temporal, para su posterior revisión y reasignación manual. Esto evita que los estilos no deseados se integren automáticamente en el proyecto principal.
También es recomendable adoptar una nomenclatura jerárquica mediante prefijos numéricos. Por ejemplo, “00-BASE”, “01-COTAS” y “02-TITULOS” ordenan los estilos según su importancia y función, facilitando la comprensión tanto para editores como para nuevos colaboradores.
Otro consejo útil es mantener una checklist pre-plot, que permita verificar rápidamente la configuración de estilos, la ausencia de residuos, y la correcta activación de los textos anotativos. Esta rutina, junto con plantillas diferenciadas por especialidad (arquitectura, estructuras, instalaciones), asegura un entorno de trabajo predecible y limpio.
Por último, establecer un programa de mantenimiento semanal —con días fijos para auditar, limpiar y actualizar estilos— permite mantener la estabilidad tipográfica del estudio, sin necesidad de grandes esfuerzos.
Caso práctico: limpieza de un proyecto contaminado
Muchos de los archivos que llegan a mis manos presentan una situación habitual: una gran cantidad de estilos de texto activos y alturas dispares que dificultan tanto la lectura como la edición de los planos. Como ejemplo práctico, podría citar cualquiera de estos casos en los que, antes de poder trabajar con fluidez, es necesario realizar una limpieza a fondo.
El primer paso suele ser aplicar una selección rápida para identificar todos los textos que no emplean el estilo base, lo que permite delimitar el problema. A continuación, congelo las capas que no contienen texto para centrarme exclusivamente en los elementos relevantes. Luego, realizo un reemplazo masivo para unificar los estilos de texto. Una vez hecho esto, filtro por color para detectar aquellos textos que no se han actualizado correctamente, y así localizo los residuos que necesitan una revisión manual.
Tras la limpieza, actualizo la tabla de estilos y regenero los campos dinámicos. El resultado en este caso fue claro: se pasó de 17 estilos activos a solo 3, se redujeron las alturas diferentes de 9 a 2, y el tiempo estimado de edición descendió de 3 horas a apenas 15 minutos. Este tipo de intervención no solo mejora la calidad y coherencia del plano, sino que además libera recursos y mejora la eficiencia del equipo técnico.
Espero que la información te haya sido útil. Cada semana iré ampliando la cantidad de artículos dedicados al CAD, incorporando ejemplos prácticos sobre los temas tratados. Aunque existen otros programas de CAD, en este blog daremos prioridad a ProgeCAD, sin que ello signifique que la mayoría de los comandos no sean compatibles con la mayoría de los programas de CAD del mercado. Y si te ha quedado alguna duda con el artículo puedes hacerme un comentario en el siguiente cuadro, que te la intentaré resolver.
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