Carlos Pallas Rodríguez | Arquitecto

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Certificado energético en locales y oficinas: ¿trámite obligatorio o herramienta de mejora?!

Para vender o alquilar un local comercial u oficina en España, es obligatorio contar con un certificado de eficiencia energética. La normativa es clara: sin este documento no se puede formalizar legalmente la operación. Sin embargo, más allá de la obligación legal, surge una pregunta cada vez más relevante: ¿sirve realmente para algo más? ¿Estamos ante un simple requisito administrativo o puede la certificación energética convertirse en una herramienta útil para mejorar nuestros inmuebles?

¿Qué es y qué refleja la certificación?

El certificado energético evalúa cómo se comporta un inmueble en términos de consumo energético. Lo hace analizando dos grandes aspectos: por un lado, la calidad de la envolvente térmica (paredes, cubiertas, suelos, ventanas); por otro, la eficiencia de las instalaciones (climatización, ventilación, iluminación, agua caliente sanitaria). El resultado es una letra, de la A a la G, que resume el nivel de eficiencia, acompañada de un informe con recomendaciones de mejora.

En teoría, este análisis debería servir para tomar conciencia sobre el rendimiento energético del espacio y para planificar futuras actuaciones que reduzcan el consumo, aumenten el confort y disminuyan la factura energética. Pero, en la práctica, ¿se hace esto? ¿Se leen, entienden y aplican realmente los informes?

¿Se toma en serio el diagnóstico energético?

En muchos casos, la respuesta es no. El certificado energético se percibe —tanto por propietarios como por intermediarios inmobiliarios— como un trámite que hay que «sacar adelante» cuanto antes para poder cerrar la operación. El informe se guarda, la etiqueta se imprime si hace falta, y rara vez se vuelve a revisar.

Esto ocurre por varios motivos. Por un lado, no existe una exigencia normativa que obligue a aplicar las mejoras propuestas, salvo en edificios de nueva construcción o en rehabilitaciones integrales. Por otro, muchas veces las recomendaciones se consideran poco rentables o no prioritarias, especialmente si el inmueble no va a ser utilizado por quien lo certifica, como sucede en los alquileres. También influye la falta de concienciación energética y el desconocimiento técnico.

¿Entonces no sirve para nada?

No exactamente. Que muchas personas no aprovechen su contenido no significa que el certificado energético sea inútil. Al contrario: es un informe técnico que ofrece una radiografía clara del estado energético del inmueble. Su valor está en el diagnóstico, no en la obligatoriedad. Otra cosa es cómo lo usemos.

Un propietario que quiera revalorizar su local o hacerlo más atractivo para posibles inquilinos puede utilizar ese diagnóstico como base para introducir mejoras. A menudo, cambiar una iluminación antigua por LED o mejorar el aislamiento de una fachada puede tener un coste asumible y un impacto notable tanto en la calificación energética como en el ahorro mensual.

Además, en contextos donde la eficiencia energética empieza a importar —como ocurre con algunos locales profesionales, franquicias o espacios de coworking—, disponer de una buena calificación puede ser un factor competitivo. No es lo mismo anunciar un local con letra D que con una G. Cada vez más consumidores y empresas asocian estos indicadores a calidad, confort y sostenibilidad.

¿Qué se podría mejorar?

Para que el certificado energético tenga un papel más activo en la mejora del parque inmobiliario, sería necesario:

  • Difundir su utilidad real, explicando en términos sencillos qué significa cada calificación y cómo se puede mejorar.
  • Establecer incentivos para aplicar las medidas propuestas, ya sea en forma de subvenciones, deducciones fiscales o bonificaciones en licencias.
  • Aumentar el control de calidad de los certificados emitidos, para evitar valoraciones superficiales o poco rigurosas.
  • Fomentar la integración del análisis energético en decisiones más amplias, como la reforma de locales o la planificación de inversiones.

Conclusión: entre el trámite y la oportunidad

El certificado energético puede ser visto simplemente como una obligación legal que hay que cumplir al vender o alquilar un local. Pero también puede convertirse en una herramienta útil para entender cómo funciona energéticamente nuestro inmueble y cómo se puede mejorar. La diferencia está en cómo se enfoque: si lo vemos como un mero papel, no pasará de ahí. Pero si lo entendemos como un informe técnico que nos da información concreta, el valor que podemos extraer es mucho mayor.

En un mercado donde cada vez pesa más el confort, el ahorro y la sostenibilidad, una buena calificación energética no es solo una letra: es una oportunidad para mejorar el inmueble, reducir costes y hacerlo más competitivo. Lo que hagamos con esa oportunidad depende, en última instancia, de cada propietario.

Espero que esta información te haya sido útil, y te animo a seguir atento, ya que cada tanto publicaré un nuevo artículo con temas relacionados que podrían ser de tu interés. Si tienes alguna duda puedes dejarme un comentario.

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